"El Dios de los yezidis es el maligno de otras religones, pues otro nombre que da el Corán a Melek Taus es Shaitan, es decir, Satán en lenguaje cristiano".

La afirmación anterior es expuesta por la Teosofia, según esta doctrina, los yezidis rinden culto al mal por temor. Nada se puede temer de Dios (Allah), pues este es bondad y misericordia misma, y no hace falta complacerle debido a ello, sin embargo no ocurre lo mismo con el malvado Shaitan, es a él a quien hay que tener contento y venerar para ganarse su afecto, y así evitar sufrir terribles consecuencias por parte suya. 

Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Teosofia, tiene otro punto de vista sobre el yezidismo. Cuando escribió su obra: "Isis sin velo", en 1877, hizo la primera referencia escrita sobre los yezidis para darlos a conocer en occidente; era otra época y las fuentes e investigaciones no eran tan exactas como lo son actualmente.

Y aunque la visión que se ofrece en dicha obra es errónea, es interesante reproducir el primer texto escrito (siglo XIX) sobre los yezidis.

 

 

ISIS SIN VELO – TOMO IV

 

LAS PRÁCTICAS DE LOS YEZIDIS

 

“Pocas sectas hay que verdaderamente practiquen la magia negra. Ente ellas se cuenta la de los yezidis, a quienes erróneamente a nuestro entender se les considera emparentados con los kurdos. Habitan en las montañosas y áridas comarcas de la Turquía asiática, Armenia, Siria y Mesopotamia en número de unos 200.000, y de sus tribus son las más peligrosas de las cercanías de Bagdad, diseminadas por las montañas de Sindjar. El jefe de esta tribu tiene su residencia fija junto a la tumba de Adi, su profeta y reformador religioso, pero en cada tribu hay un jefe o cheique particular, elegido entre los más expertos en magia negra. El profeta Adi o Ad es el personaje mítico sin realidad histórica, y equivale en concepto al Ab-ad de los parsis y al Adi-Buddha de los indios, aunque degenerativamente antropomorfizado.

Tienen fama los yezidis de adoradores del demonio, y no precisamente por ignorancia o preocupación practican el culto y establecen el trato con las más perniciosas entidades, tanto elementarias como elementales, sino que convencidos de su maldad y temerosos de ellas tratan de mantenerlas propicias. Dicen que si bien el jefe de los espíritus malignos está en perpetua querella con Allah, ha de llegar un día en que se pongan en paz, y entonces sufrirán las consecuencias de su desvío quienes se lo hayan mostrado al espíritu negro, con lo que tendrán a los dos en contra suya.

Se han imaginado los yezidis todo un pandemonio, y recurren a los yakshas (espíritus del aire) y a los afrites (espíritus del desierto) para transmitir sus ruegos a Satán, el rey del averno. En sus asambleas culturales se toman los yezidis de las manos y forman amplísimos corros en cuyo centro se sitúa el cheique o sacerdote, quien manos en alto entona un himno en loor de Shaitan (Satán), mientras en el corro voltean y saltan y mutuamente se hieren con puñales hasta caer algunos exánimes, pues las heridas que se infieren son más profundas que las de los lamas y yoghis del Tibet y la India. Durante la ceremonia suplican con grandes voces a Shaitan que se manifieste por medio de prodigios, y como celebran estas asambleas por la noche, suelen obtener algunas manifestaciones fenoménicas, entre ellas la de enormes globos de fuego que luego toman figura de extraños animales.

Según un testimonio de un ockhal druso, la señora Hester Stanhope, verdadera autoridad en la masonería de Oriente, presenció disfrazada en traje de emir las ceremonias de los yezidis llamadas “misas negras”, y a pesar de sus animosos bríos se desmayó a la vista de aquel espectáculo y mucho trabajo hubo para volverla en su sentido."